Latinoamérica es una región con mucho potencial desde el sector educativo. Plantea unos retos, sí; pero también grandes oportunidades. El comportamiento que la región ha tenido desde el 2000 ha sido muy interesante y prometedor, aún a pesar de la crisis.
Entre el 2000 y el 2013 el acceso a la educación superior tuvo un aumento del 21% al 43%. Es decir, se estima que el sistema incluyó 20 millones de estudiantes, 10.000 instituciones y 60.000 programas. Esto se debió básicamente al crecimiento de la clase media y media baja, dándole la oportunidad de ingresar a la universidad por primera vez a un miembro de una familia que nunca había tenido acceso a un programa terciario.
La expansión también permitió que las mujeres tuvieran más acceso, representan casi con un 50% de la matrícula.Esos 20 millones de alumnos se traducen en mayor empleabilidad, más ingresos para las familias, más satisfacción personal, lo que impacta el crecimiento económico de la región.
Desde el 2016 se ha visto que son las universidades privadas el motor de crecimiento de alumnos universitarios en Latam. El número de alumnos llegó a los 30 millones en 2017.
Tomando el ejemplo de algunos países: para 2017 la matrícula privada representaba el 84,4% en Chile; 74,7% en Perú; 73,3% en Brasil, 69,1% en El Salvador y República Dominicana, todos con índices superiores al promedio en América Latina (54%). Solo Uruguay estuvo en menos del 21% en la matrícula privada con 14,2%.
También hay que notar que Argentina, Chile, Perú y Uruguay se ubican en la etapa de “universalización de la educación”, al tener una tasa bruta por encima del 50%, y los demás países de la región están en el periodo de “masificación”, con más del 15% de crecimiento, pero menos del 50% de la tasa bruta, según la clasificación de Martin Trow.
Ahora, sabemos que hay factores como:
● el acceso limitado
● los altos costos
● la falta de programas inclusivos
● la brecha entre el sector laboral y la universidad
● la falta de una regulación más flexible que acompañe las demandas del sector y de los alumnos
● mayor formación de los docentes
● una amplia brecha entre la educación rural y la urbana
● y una sociedad que ahora cuestiona el valor de los títulos,
que han venido frenado la expansión. Y aunque nos ponen en una encrucijada, son problemas sectoriales que se pueden trabajar.
¿Cómo podemos hacerlo? No tenemos todas las respuestas, pero debe ser un trabajo conjunto. Algunas sugerencias son inversión pública y privada en infraestructura tecnológica, políticas más flexibles e inclusivas, integración entre academia-sector laboral, mayor cooperación entre universidades y prestadores de servicios de tecnología y ampliación de la oferta en educación. De ahí la importancia de aumentar el acceso a educación desde la virtualidad.
En los últimos años, por ejemplo, hemos visto casos particulares de universidades (que no voy a mencionar) con modelos de innovación virtuales exitosos, de alto crecimiento, aún en años muy difíciles:
En Colombia, por ejemplo, hay una universidad que comenzó con la virtualidad en el 2012. Entre 2017 y 2018 tuvo un crecimiento porcentaul semestral para pregrado virtual del 30% y para posgrado virtual del más del 4%. Además, para el 2018 tenía una tasa de retención del 85% en pregrado virtual y de 88% de permanencia intersemestral en postgrado virtual, las más altas del país para ese entonces.
Solo en Colombia, de 2010 a 2016, el número de estudiantes matriculados en un programa virtual pasó de 9.758 a 126.423; 1,195% más en solo seis años.
En México, hay otro caso exitoso con un crecimiento de alumnos exponencial, una oferta de programas que ha ido en aumento, no solo a nivel regional, sino en los cinco continentes. En los últimos 10 años, esta institución ha crecido a más de 50 mil alumnos virtuales, en más de 30 países.Estas universidades asumieron el reto de entrar a la virtualidad hace ya una década y hoy sus resultados son abrumadores.
La virtualidad les ha permitido llegar a una población más amplia de estudiantes que no podían acceder a la educación superior por costos, falta de tiempo, ubicación y movilidad, compromisos laborales o familiares adquiridos, o por extraedad. Y fue gracias a la virtualidad que personas que vivían en regiones remotas de las principales capitales pudieron obtener un título universitario. Muchos de ellos, los primeros graduados en sus familias. Otros, pudieron especializarse o adquirir conocimientos específicos para actualizarse en sus empleos.
Durante la pandemia surgieron problemas; por supuesto. Salieron a la luz cosas que mejorar: muchas universidades no estaban preparadas con los contenidos o programas adecuados, tampoco se había formado a los docentes con las habilidades tecnológicas necesarias, ni se tenían las tecnologías apropiadas, pero se pudo salir adelante.
Con el covid-19 hemos visto cómo se aceleraron los procesos de digitalización. Varias universidades lograron cambiar de modalidad en un semestre, lanzaron una gran cantidad de programas nuevos, redujeron precios, ofrecieron cursos 24/7, invirtieron de manera masiva en la formación de docentes y empezaron a usar tecnologías de vanguardia, demostrando que se puede hacer un cambio.
Es importante que nos demos cuenta cómo la virtualidad realmente permite que la educación sea más asequible, brinde mayor cobertura y sea más inclusiva. Es una forma de llegar a todos con equidad y con calidad.
Ahora, esto no quiere decir que la presencialidad vaya a desaparecer. No. Hay un espacio para todos: para la educación presencial, para la mixta y para la educación online; claro que sí.
Todo depende del tipo de alumno, del momento en el que se encuentre en la vida, el país, sus habilidades, el sector socioeconómico, etc., cada caso debe poder acceder a la universidad.
La virtualidad es una forma de enfrentar las exigencias del mercado, de las irrupciones como el covid, de la juventud y de los adultos que quieren volver a estudiar. Con un poco de inversión, desarrollo, tecnología y audacia podemos como sector enfrentar el siglo XXI, las crisis, las exigencias de los alumnos y al mercado laboral frontalmente y con éxito. Hay que entender que la virtualidad es una parte de la solución, es una de las maneras de atender lo que está pidiendo el mercado y una opción de cambio.
En Scala apoyamos a las universidades que quieran incursionar en el mercado de la virtualidad y expandir su oferta, ayudándoles a crecer con calidad e innovación. Te invitamos a conocer más de Scala Higher Education en nuestro LinkedIn y nuestro sitio web.